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Crónicas de la Nada

Las Crónicas de la Nada

Las Crónicas de la Nada

Fue una simple ocurrencia.

Alguna tarde seguramente, de esas de estío donde las ideas van y vienen, apareció el nombre de Crónicas de la Nada, y comencé a escribirlas.

A veces alguien pregunta si son reales las historias, por qué se llaman De la Nada, y otras dudas.

Sí son reales. No, no son reales.

Al fin periodista, primero se me ocurrió el nombre y luego el concepto. La primera que escribí fue un editorial tan poco interesante que ya no recuerdo el tema, pero me hizo comprender que la Nada no está en eso, sino precisamente en la Nada.

Fue así como la convertí en un ejercicio literario, no una opinión periodística.

Cuando los protagonistas tienen nombre, son reales. Como la de Lupita, la niña que no  tenía recursos para estudiar medicina. Conté su historia, y surgió un mecenas que ha pagado su carrera. En unos meses será médica.

Otras, sólo tienen algunos retazos de realidad, con mucho de imaginación. Como las historias con la Luna, esa Amiga que me cautiva desde niño, cuando me sentaba en la banqueta a verla e idear historias. O las de mi Musa traviesa.

Algunas son una simple sensación que va tomando forma cuando le pongo palabras alrededor, igual que los ladrillos de una construcción.

Esas son las que surgen de la Nada. Porque todo es Nada, y la Nada está en todo.

Unas y otras tienen algo de oficio, una pizca de inspiración, y mucho de imaginación.

A veces navegan muy lejos a bordo de los sentimientos de quienes la leen, otros se ahogan de inmediato en el mar de la indiferencia.

Es imposible saberlo. Pero las escribo porque se me ocurren, y a lo largo de los días se van nutriendo de fantasías e historias ajenas.

Aunque al final, son sólo Nada.

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