Blogia
Crónicas de la Nada

Los fondos y las formas

Los fondos y las formas

No me gusta el cine, amigo, pero disfruto la película.

Escuché la conversación por casualidad, como muchas cosas en la vida.

La mujer, de edad madura, conservaba mucho del atractivo que seguramente tuvo en su juventud. Platicaba con un hombre que la miraba con ojos de amor, aunque ella evadía mirarlo a los ojos. Pero su sonrisa la delataba, porque era radiante cuando brevemente aceptaba acariciarlo con la mirada. Y sus manos, que tocaban las de él a cada momento. Ambos se amaban, sin duda, aunque fingieran ser sólo amigos en sus palabras.

Me concentré en mi café, pero sus palabras llegaban a mis oídos sin dificultad. Segurametne viajaban por uno de esos túneles que se forman en el espacio acústico y facilitan que los sonidos vayan de un lado a otro sin problemas, y sin que nadie más alrededor los escuché.

Conocí ese efecto hace muchos años en una iglesia de Guadalupe, Zacatecas. La misma donde un zarpazo en la cantera de una escalera era el mudo testigo de la lucha de un fraile santo contra el Diablo. Nada que ver con la pareja, claro.

-Por qué, amiga? - preguntó al fin él, cuando sus ojos lograron despegarse del rostro de la chica madura.

Ella le explicó que una vez a la semana su hijo la llevaba al cine, elegía la película, le comentaba la  reseña y hasta se la explicaba. Él podría ir con alguna chica de su edad, con quien seguramente se la pasaría mejor, pero prefería llevar a su madre.

Por eso, ella iba y procuraba disfrutar la película. Es lo menos que puedo hacer, escuché.

No sé, pensé. Se lo comenté al Espíritu de mi Café, que como siempre, es el confidente de mis amores, sabores, sinsabores y desvaríos.

Cuántas madres quisieran un hijo que les llevé a cine, o al parque o de perdida al mercado. Un hijo que al menos platique con ella en la sala de la casa o en la mesa de la cocina. Ella era afortunada, sin duda, porque su hijo le dedicaba su tiempo. Cierto, quizá podía ir con una  chica, pero tal vez él lo hacía otro día. Ese domingo, o lunes, o miércoles, no lo sé, el joven se lo dedicaba a su madre.

Sin duda, le dije a mi Café, que se consumía en dudas y en los breves besos que le daba yo a la taza, esta mujer confunde los fondos con las formas. Su hijo la ama y ella no lo entiende. Prefiere disfrutar la forma, que es la película, cuando debería disfrutar el fondo, que es el interés y el tiempo que su hijo le dedica.

-Y cuando confundes los fondos con las formas, prefieres sufrir una amistad que disfrutar el amor.

Mi Café me miró con ese color castaño oscuro que siempre me intriga.

No me dio la razón del todo, pero comentó algo que me desconcertó.

- Nunca entenderás el corazón de una mujer. Ellas siempre saben cuando liberar el sentimiento. 

Miré a la pareja. Ella elevó la taza hasta sus labios y probó el café, y comprendí que el Espíritu de mi Café era el mismo que besaba los labios de esa mujer, y el de muchas otras, por eso adivinaba sus secretos.

0 comentarios