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Crónicas de la Nada

Sólo yo

Sólo yo

Llega un punto en que te cansas, y dices: Bueno, porque sólo yo debo cumplir las reglas.

Todos las rompen, y quienes son sorprendidos, en vez de pagar las consecuencias, pagan un soborno y siguen violentando leyes y normas, como si un billete entregado les diera patente de corso.

Apenas he recorrido unos centenares de metros en el auto, y cada persona con quien me cruce en el breve camino, va violentando una regla.

La mujer camina por la calle. La banqueta es sólo una idea difusa de una camino donde se ponen árboles y autos, en vez de ser el sendero seguro del peatón. La mujer camina por la calle, con el niño del brazo. Es el pequeño el que tiene que eludir a los coches.

Frente a ella, un hombre maduro circula por el carril equivocado, obligando a otros conductores a detenerse para no chocar con él. Lo veo que al fin se estaciona en el lado contrario a donde debía.

Más adelante, un taxista se pasa un alto. No le importó si causaba un accidente, ni siquiera miró por el espejo retrovisor si causó un accidente.

Alcanzó a ver a un oficial de tránsito que saca un billete de su libreta de infracciones y se lo echa a la bolsa del pantalón.

Nadie respeta las leyes. Todos buscan como violentarlas impunemente, mientras yo intento cumplirlas, porque hace unos meses hice la promesa de actuar correctamente.

Mientras esperó la luz verde del semáforo, me preguntó si vale la pena esperar, gastar gasolina y desperdiciar tiempo respetando un paso que nadie aprovecha. Ningún auto se ve que pueda cruzar frente a mí.

Pienso, luego existo. Existo, luego pienso.

No voy a cambiar al mundo, pero puedo cambiar yo. Y puedo pregonar sobre la necesidad de cambiar, de respetar las leyes, de luchar por cambiarlas si son injustas, obsoletas, tontas, irreales o mediáticas.

Pero mientras, cumplirlas.

Si yo cambio, cambio al mundo, porque soy parte de él, y aunque sea una mota de polvo en el espacio, un grano de arena en el desierto o una simple brizna de paja en el bosque, el hecho de cambiar, implica cambiar al mundo.

Decido, entonces, esperar la ley verde del semáforo.

Septiembre 30 de septiembre

 

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