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Crónicas de la Nada

Luna, siempre Luna

Luna, siempre Luna

Estaba ahí: No como siempre. Estaba diferente.

El rubor cubría su rostro, y le daba un toque de inocencia maliciosa, como de nínfula.

Un halo de misterio la envolvía. Su figura se recortaba contra el atardecer, sigilosa, ansiosa de que llegara la noche para mostrarse en todo su esplendor.

Al fin mujer, ignoraba que en su candor alcanzaba una magnificencia que pocas veces le he visto.

Coqueta incipiente, mostraba su belleza a quienes la quisieran ver, pero pocos volteaban a contemplar la figura que desafiaba al horizonte.

Detuve la marcha un momento. Un semáforo, cómplice inesperado, permitió alargar el momento de contemplación.

Se veía hermosa  con su faz enrojecida.

Se antojaba  tomarla por el talle y pasear de su brazo por toda la vía láctea.

El semáforo encendió su luz verde, cansado de esperar, y deje que la figura de la Luna se quedará al final de la calle. Y en mi pensamiento.

Quizá algún día acepte esa invitación a pasear por el firmamento.

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