Blogia
Crónicas de la Nada

La vocación de las cosas

La vocación de las cosas

Uno nunca sabe el destino de las cosas. Hace años, comencé a construir lo que pensé era una cochera. Nunca imagine que construía un estadio de fútbol.
Ahí jugaron mis hijos unos partidos inolvidables. Ganamos el campeonato mundial de futbol muchas veces.  Ahí aprendieron a patear el balón, a dominar la pelota, a tirar y gritar ¡¡¡gooool!
Gemelos al fin, siempre se tuvieron uno al otro para jugar.
Y yo aprendí que la felicidad a veces consiste en ser práctico ante lo inevitable, así que termine, en vez de cambiar a diario los focos que quebraban con la pelota,  en quitarlos por la mañana e instalarlos por la noche,  cuando se ocupaban.
Crecieron y buscaron canchas más grandes. Luego un día dejaron de jugar para convertirse en directores técnicos frente a la televisión.
Pero el estadio ahí está. Ahora con más emociones, porque llegó Emiliano y lo revivió con sus pelotas de colores.
Ahora jugamos por las tardes.  Pateamos el balón y luego gritamos ¡¡¡goool!!  A él le encanta desde siempre.
No siempre hay tiempo, pero debo encontrarlo, porque a diferencia de su papá, Emiliano no tiene un gemelo para jugar. Así que me quito  medio centenar de años y corremos,  saltamos -hasta donde las rodillas lo permiten- y gritamos como locos antes de caer al suelo como los porteros. Como nunca fui bueno para el fútbol, Emiliano gana siempre.
Es entonces cuando me felicito por haber construido este estadio en casa, aunque yo haya pensado que era una cochera.

1 comentario

Emily -

FELICIDADES!!!

A los dos.
Abuelo y Nieto.