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Crónicas de la Nada

Mi Musa

Mi Musa

La musa alza los brazos, estira su esbelto cuerpo todo lo que alcanza, y lanza un coqueto bostezo.

Está despertando, luego de un largo sueño.

Es hija de la imaginación y la constancia, y ha descubierto el secreto de la eterna juventud, pero celosa de su hallazgo, no lo comparte. Lo quiere para ella sola, porque adora ser hermosa por siempre.

Lo que no sabe es que nació de mi imaginación y mi constancia. Que cuando pierdo una de ellas, se rompe el hechizo que le da vida. No se lo diré, para que siga feliz.

La musa me mira y guiña un ojo. Una sonrisa de media luna ilumina su rostro, y un brillo travieso viaja en su mirada. Le gusta sentirse admirada, querida, amada y deseada.

No sabe que su labor es reunir los retazos de inspiración que voy tirando por el mundo, para hilar una frase, un comentario o un escrito que pueda ser mi humilde mensaje al mundo.

Mi musa sigue desperazándose. Me encanta verla cuando despierta, porque los rubores del sueño que interrumpió momentos antes ilustran su rostro, y alcanzo a adivinar sus pensamientos.

No puede ocultarlos ante mí, porque ella alimenta mi inspiración con su presencia, su sonrisa, su figura y su encanto.

A veces desaparece días enteros, incluso meses. Se  va, pasea, o duerme, o viaja, o se distrae, pero nunca puede serme infiel. Siempre será mi Musa. La que inspira,  la que guía mis dedos para que el tecleo se vuelva caricia.

Gracias, Musa, por volver. Gracias por seguir aquí. Por despertar. Y por seguir unida a mí.

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