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Crónicas de la Nada

Las nubes

Las nubes

Las cosas no son lo que parecen. A veces Dios, que es muy juguetón, las disfraza para probar que tan observadores somos.
Para Él es fácil. Le basta decirle a la naturaleza, sugerirle apenas, que haga tal o cual cosa
A veces es un simple juego de sombras. A veces esconde la sorpresa tras la lluvia, o debajo del pasto en una meseta perdida entre montañas.
Su juego preferido es disfrazar las cosas como nubes. Parecen simples bolas deformes de humo, de algodón, pero pueden ser realmente lo más inverosímil que pueda uno imaginar.
Por eso cuando viajo en avión me gusta ver las nubes. Desde el cielo ofrecen otro aspecto. Uno las ve desde arriba, tal y como las ven los ángeles. 
A veces son como un mar blanco, luminoso, límpido, que forma olas lentas y pesadas. Su superficie es casi plana, pero tiene mil aristas, como el océano. La diferencia es que pareciera agua congelada.
Otras veces es denso y envuelve con su aliento negruzco. Vas penetrando como si entraras a la boca de un lobo, a una cueva oscura de la que no sabes si vas a salir. Es un mar tenebroso en donde te hundes, lleno de turbulencias que sólo sirven para asustar, pero no tienen el suficiente poder para tumbar el avión.
Aparece luego un cielo albo, luminoso, mensaje de que tras la oscuridad siempre vendrá la luz.
Hay otro cielo de nubes que es una delicia, porque va formando mil imágenes en tercera dimensión. Es lo más parecido al cielo real, porque forma ciudades, figuras, imágenes, personas, seres mitológicos, situaciones y puedes encontrar el paraíso si tienes suficiente imaginación.
Es el que me gusta ver desde la ventanilla del avión. Encuentro en él ciudades, historias increíbles, figuras fantásticas, seres especiales.
Y sobre todo, imagino que en ciertas nubes está Alguien a quien no he visto en mucho tiempo, y que sólo ahí puedo ver, aunque sea por un instante, de lejos y a través de una ventanilla de avión.
Mi imaginación me ayuda a crear ese vínculo que la razón rechaza. Y recuerdo que cuando él era niño le contaba historias fantásticas que creía tan ciertas como el amor que sentía brotando de mi corazón. 
Por eso me aferro a mi imaginación, que se convierte en el vínculo para llegar a él y verlo, agitando la mano desde una nube y diciéndome: hola, Pa.

1 comentario

Emily -

Simplemente Conmovedor.
Y... ojalá así sea, que desde una nube se asomen de vez en cuando a saludarnos, nuestros seres queridos, a quienes jamás olvidaremos, viven en nuestro corazón.