Extravagancias
Era un hombre bastante maduro, aunque fuerte aún con sus siete décadas encima.
Saludaba con una energía que impresionaba, seguramente a propósito, aunque no tanto como su apariencia.
Alto, muy sonriente, usaba unas gafas de montura gruesa, que en ese entonces estaban pasadas de moda, pero que con el tiempo volverían.
El pelo blanco, totalmente, engomado y peinado impecable hacia atrás, hasta terminar en una ondulación hacia arriba, como una cola de pato.
Ahí terminaba la normalidad.
Generalmente vestía un traje de terlenka, siempre de colores llamativos como azul eléctrico, morado, rojo. De pantalón del mismo color o blanco, a veces traía camisa a rayas, que no se por qué, le ponía la cereza al pastel de su indumentaria.
Zapatos de charol, invariablemente. A veces blancos, a veces de dos colores.
Alguna vez alguien se atrevió a preguntarle qué lo impulsaba a vestir así, tan diferente a los demás.
- Si en la mañana tienes valor de ponerte este, a lo largo del día nada te detiene – decía sin perder la sonrisa ni sentirse ofendido.
Hace tiempo de eso. Seguramente ya no está con nosotros.
Pero vale seguir el ejemplo, haciendo alguna extravagancia todos los días.
Enero 28 de 2010
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