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Crónicas de la Nada

Mis libros

Mis libros

No se cuántos libros tengo. Mucho menos cuántos he leído. O cuántos alcanzaré a leer en mi vida.

 

Lo único que sé es que no son suficientes, porque eso siempre leo cuatro, cinco o diez al mismo tiempo. Aprendes a llevar el hilo y retomarlo aunque tardes uno o dos meses en volver al libro.

 

El buen libro es un amigo para siempre, quiza por eso no los puedo dejar, ni abandonar aunque ahora algunos sean apenas un montón de hojas sueltas. Ahí, en mi biblioteca anda un ejemplar de Los Tres Mosqueteros, de Alejandro Dumas, edición de Sepan Cuantos, la única que mi exiguo ingreso de estudiante de primaria me permitía comprar. Aunque en verdad, no se si lo compré o lo expropie de alguna biblioteca. 

 

En la adolescencia todos tenemos sueños revolucionarios y somos guerrilleros de la vida, la cultura, la música y todo aquello que nos atrae. En nuestra lucha contra la ignorancia, había que tomar prisioneros, y decomisar a los ricos, es decir, a los que tenían libros, algún ejemplar para mantener la  cruzada personal.

 

La Cultura bien vale un pequeño robo, fue una de las frases que acuñe en ese entonces, aunque al final, creo que no me atrevi a llevarme nunca un libro. Lo tuviera ahora en la biblioteca.

 

Tengo algunos, no precisamente expropiados, sino prestados sin devolución. Por ahi andan en lugar especial los cuatro tomos de El Quijote de la Mancha, el libro más comentado y menos leído. Y comprobe que nunca Don Quijote dice esa conocida frase de "ladran los perros, Sancho, señal de que caminamos". Porque la busqué.

 

Muchos libros lo he leído por curiosidad de encontrar una frase, una anécdota, una cita, una historia. Así leí la Biblia casi completa, porque de una cita me pasaba a otra.

 

Otros por curiosidad, o por ver si la película superaba al libro, como en El Padrino. Hoy, prefiero leer primero el libro, y la película, verla si hay tiempo.

 

También he leído por morbo. Lo prueba la colección de Xaviera Hollander, o El Amante de Lady Chaterly, Historia de O, y Las 50 Sombras de Grey. Descubrí que el morbo era del lector, no del libro.

 

Me encanta ir de cacería a donde venden libros usados, o buscar nuevos autores entre los nuevos libros. Adquieres con el tiempo un olfato que permite encontrar buenas historias.

 

Donde más he leído, es en el baño, y confieso sin pudor que incluso he leído bajo la regadera. Ahí nadie interrumpe ni cuestiona. Será por eso que muchos de mis libros tienen como separador una hoja de papel sanitario doblada.

 

He leído mientras como, mientras veo television, y algún tiempo, mientras esperaba la luz verde del semáforo. A veces leer se convierte en delito, o en falta administrativa, pero acepto el riesgo. 

 

Un libro es un placer que descubrí en la más tierna infancia, cuando mi madre me enseño a leer las vocales. Y lo seguiré disfrutando aún cuando mis piernas se nieguen a levantarme de sillón de mi vejez. Leer es un placer más imperecedero que la buena comida, no causa molestias por la mañana, como otros placeres -una cerveza con un buen tequila, por ejemplo- y es tan delicioso como el sexo, pero menos apremiante. Duras más y no te cansas.

 

Ojalá el día que me vaya, pongan en mi equipaje un par de buenos libros, con historias que pueda leer con gusto una y otra vez. Para el camino, porque seguramente en el Más Allá encontraré en el paraíso un jardín con muchos árboles que me den sombra para leer todos los libros de la enorme biblioteca que seguramente existe en el cielo.

 

En mi cielo personal.

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