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Crónicas de la Nada

Solo

Solo

Parado en el umbral de la puerta de su casa, buscó sin resultado lo que era su vida.

El cuarto estaba vacío, pero más su corazón.

Antes de irse, todo lo vendió. No le dejó nada, sólo lo que traía en los bolsillos, que era igual a nada. Su único patrimonio era la ropa que vestía.

Su vida se quedaba sin nada. Sin nadie. Sin amor.

El destino que viven miles de personas en la isla, ahora le tocaba a él, pero mucho peor, porque no hubo despedida, ni aviso, ni misericordia.

Su propia madre lo abandonaba, y le quitaba todo: muebles, ropa, su vieja computadora que era amiga, diversión, trabajo. Todo vendió.

Sólo le dejaba su vida, el pantalón y la camisa que vestía.

Parado en la puerta, miró por la ventana, más allá del balcón y el bullicio de lo que una vez fue llamada la esquina del pecado, no le animó.

Todo por amar a alguien de piel distinta. El racismo aparecía contra él, que tenía tantos amigos de todas razas.

Nada le quedaba, pensó. Quizá era mejor irse también en un viaje sin retorno.

Pero recordó la mirada de ojos negros, y se perdió en algunos recuerdos y muchas ilusiones.

Volvió a vivir. Comprendió que tenía mucho. El amor de una mujer, y un futuro para construir juntos.

Cerró la puerta, y fue a buscarla.

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