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Crónicas de la Nada

El azul

El azul

Llueve.
El mar se asoma por la ventana, con una timidez de colegiala. De las de antes, porque ahora ya no enseñan inhibición , como antes en las escuelas.
Veo el mar, el cielo, como se unen en una cercanía confusa, y se ve perfectamente la línea que los separa.
"El mar y el cielo se ven igual de azules, y en la distancia parece que se unen", reza un bolero que viene a mi mente, escondido entre los recuerdos de tardes lluviosas sentado a la mesa familiar, mientras mamá planchaba la ropa que más pronto que inmediato volveríamos a arrugar, apenas se posara en nuestros cuerpos.
Un bolero que brotaba de la voz incansable de la radio, encendida todo el día con su estoicismo de mártir antiguo, lanzando sus melodías al aire, aunque muchas veces nadie las escuchara.
Entonces no había visto el mar. Ni lo vi hasta mucho después cuando mis ojos aprendieron a ver las cosas desde otra perspectiva, en un intento que no siempre fructifica, de encontrar las señales que hablen de su esencia.
Aun ahora no se si las capte.
Lo veo, en una inmensidad imaginada, pues la limita el quicio de la puerta y un balcón tan azul como ellos.
Tres azules distintos: el del cielo, el del mar, el del balcón.
Ninguno se confunde con el otro, porque hay tantos azules como estrellas en ese cielo, que no es en realidad azul sino negro; tantos como gotas de agua en el mar, que no ea azul, sino transparente, pero se ven únicos, como el azul del balcón, porque se nutren de la imaginación de quien los ve.


Octubre 2 de 2012

La Habana, Cuba

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