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Crónicas de la Nada

Mi ciudad

Mi ciudad

Todavía somnolienta, mi ciudad me dice adiós lanzando un beso luminoso que alcanzo a birlarle en el momento en que tomo vuelo.
Me mira con esa mirada de mujer, que pide sin palabras, que amenaza sin ademanes, que ama sin reservas, que sabe esperar, segura de que es la dueña.
No debe ser un adiós, porque siempre hay un regreso en la mente y en las intenciones. El amor jala hacia ese terruño fertilizado con nostalgias y recuerdos.
Pero a veces, es bueno irse un poco para que se renueve. La ausencia alimenta el sentimiento y fortalece los lazos, porque no hay mayor yugo que aquel invisible que nunca se desata.
Mi ciudad me despide y yo la veo quedarse, engalanada en las luces de la mañana y coronada por una diadema rojiza en el horizonte por donde asoma el día.
Vendrán algunos mañanas, las noches solitarias, y una tarde, gris a fuerza de ausencia, volveremos a encontrarnos. 
Bastara la cercanía para revivir esas historias de complicidad extrema, y otra vez retomaremos la bohemia, para vivir horas de intenso idilio citadino.
Son tantos años de vivir juntos, de acariciar a diario sus paisajes, de circular por sus calles como sangre por las venas, de dibujar mis pasos en el asfalto inmisericorde, y de amar cada defecto que me muestra cuando se desnuda solicita ante mis reclamos de amor.
Apenas tomo el vuelo, y mi ciudad me dice adiós.
Apenas la dejo, y ya la extraño.


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