Blogia
Crónicas de la Nada

Atado a la pobreza

Atado a la pobreza

Por Francisco Zúñiga Esquivel

Estaba en una esquina de las tantas que tiene la ciudad.

No podría decir que estaba parado. No, porque sus piernas apenas existían. Eran como un apéndice que en nada contribuye a su vida. Muertas, obligándolo a arrastrarse, literalmente.

Apoyado en sus manos, recorría el trayecto de un auto a otro, buscando despertar la caridad de los conductores que se detenían ante el semáforo en rojo.

Sólo algunos aceptaban bajar la ventanilla para darle algunas monedas. Quizá los demás lo veían muy joven como para andar mendigando en lugar de trabajar.

Él no se desanimaba. Sus brazos le servían como piernas para mover su cuerpo, robusto a fuerza de sostenerse en ellos toda la vida.

Al ver la cámara se escondió tras una columna del Metro. Tal vez un pudor muy oculto resurgió. La vergüenza interna que siempre nos produce el pedir algo que no nos hemos ganado.

En su caso, seguramente no hubo otra opción. Se vio obligado a pedir, que es lo único donde no se piden cartas de recomendación ni se hacen exámenes de capacidad física.

Tal vez pudo estudiar algo. Tal vez no tuvo quien lo llevara a la escuela. Tal vez no tuvo oportunidades.

Muchas posibilidades y una sola realidad: su discapacidad no sólo le ató a arrastrarse por el suelo. También le ató, ineludiblemente, a su pobreza.

0 comentarios