Mi libro
Alguna vez, cuando era niño, pensé ser escritor.
Luego me volví periodista. Así que he sido las dos cosas, porque no hay periodista real, que no sea escritor.
Fue un giro del destino, que me jaló hacia este oficio o profesión, que algunos llaman el más hermoso del mundo.
Debe serlo, porque muchos incursionan atraídos por el glamour y la aventura que ven en las películas. Un glamour que no existe.
Otros, llegan con afán de aventuras. Esas sí existen y generan infinidad de anécdotas e historias que nos gusta contar en las esperas eternas de las antesalas, o cuando se muere alguien.
Porque aquí muchos mueren jóvenes, los he visto. Las malpasadas, las tensiones, el estrés, la depresión, y mil cosas a que estás expuesto te acercan al borde de la tumba. Muchos la saltamos, pero otros caen sin querer. Y algunos pocos deciden dejarse caer.
Aún así, quien entra, no puede salir jamás. Y otros, que no tienen tanta valentía, se pasan la vida coqueteando con el oficio, pero sin decidirse jamás a entrar a él. Prefieren ser infieles a su profesión.
Es como una amante, que llena sus fantasías surgidas en la rutina de su consultorio u oficina.
Se dicen periodistas porque escriben algo.
Yo, que soy periodista, lo dudaría. El periodista escribe todos los días, y sin darse cuenta va creando uno y otro libro.
Son miles de caracteres diarios. Miles de palabras que hilan historias. Miles de historias que forman libros.
Pero al final, el principal libro que los periodistas escriben, es su propia vida.
Sólo espero que en mi caso, aún queden muchas páginas por redactar.
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