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Crónicas de la Nada

La sencillez

La sencillez

La vida pasa, pero no se detiene frente a él.

Sentado en la soledad de una tarde de plaza, lee una revista, mientras su bicicleta descansa a un lado.

Está absorto en su lectura, y el mundo podría acabarse frente a él sin que él lo note.

Eligió buen lugar: la sombra de un encino, de esos que tan fácil crecen por esas tierras, y que abundan en las plazas viejas.

Quizá son contemporáneos, la plaza, el encino y él en su edad indefinida.

La bicicleta espera, como una fiel cabalgadura, con la ventaja de que no se come el pasto, así que no arriesga a su jinete a una multa.

El hombre hizo un alto en su camino para disfrutar la combinación perfecta de la soledad del lugar, la sombra al filo del mediodía, y la lectura.

Envidiable posición para quienes junto a él pasamos sin poder bajarnos del carrusel del trabajo. Giramos alrededor de su figura, sin que se de por enterado.

Tal vez se lo ha ganado. Seguramente ha pedaleado en la bicicleta de la vida por muchos años. Hoy descansa, disfrutando de esos placeres tan simples a los que todos podemos aspirar sin morir en el intento.

Bien por Él. Nosotros seguiremos cabalgando en la bicicleta que la vida nos dé hasta llegar a un destino donde podamos descansar, leer sin interrupción y disfrutar la sencillez a su máxima expresión.

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