Blogia
Crónicas de la Nada

Luna, Luna

Luna, Luna

El cielo del amanecer era el lienzo perfecto para la Luna.

Mientras al oriente asomaba la ígnea melena del sol, al poniente, sobre un cielo azul, recortado por montañas, la Luna se alzaba insinuante y coqueta.

Al fin mujer, se retiraba discreta, dándose a desear.Nada empañaba su imagen en esa mañana. Se veía hermosa, como la novia que espera el momento de ir al altar.

Pero nadie más la veía.

En la calle, un joven esperaba el camión, inmerso en la música que brotaba del audífono que colgaba de su oreja. Una señora joven estiraba de la mano a su niña.

Un taxista atravesó su vehículo a mi paso, urgido de llegar pronto a ningún lugar. 

Ninguno vio a la luna, que sin sonrojo alguno, me guiñó un ojo desde el horizonte.

Recordé las muchas noches lejos, solitarias, cuando la luna era cómplice y mensajera. Largas horas de verla, confiado en que el espejo de su rostro llevaría mis pensamientos hasta donde Ella estaba, esperando el regreso. 

La Luna siempre ha sido la alcahueta de los amantes. Donde quiera que estén, recoge la mirada de uno, y la posa sobre el rostro del otro, como un callado beso sideral. Así estén en los extremos del mundo. 

Con timidez, alcé la mano, y le dije adiós a través del vidrio del auto.

La Luna sonrió, coqueta, y se fue a dormir.
 

0 comentarios