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Crónicas de la Nada

Una novia encantadora

Una novia encantadora

 

 

Entrar a La Habana es como llegar a una cápsula del tiempo.

Autos con medio siglo de andar rodando por las calles y caminos de la isla, se asoman a cada paso.

Las edificaciones, majestuosas aún en su letargo,  le confieren un cierto halo de misterio.

A los lados del camino, la gente camina sin prisas, como si la vida estuviera resuelta.

El verde es el color que predomina, incluso sobre el gris del cemento y el avejentado amarillo de muchos edificios.

Pareciera que el mundo se hubiera detenido a finales de los cincuentas del siglo pasado, cuando el progreso apenas iniciaba su camino ascendente.

Sólo lo parece. La verdad es que bajo esa máscara antigua, hay una Habana que vibra de alegría, y que muestra una cara distinta de modernidad.

Es como una muchacha con los vestidos de la abuela.

Hay música en todos lados, baile espontáneo de niños y grandes. El bullicio se esconde por sus calles, donde la apariencia contrasta con la actitud.

A cada paso surge un joven que ofrece tabaco, música, un lugar donde comer, y mucha platica. A media distancia, la vista se adhiere a la cintura de alguna muchacha, y a un par de ojos negros, azules, verdes, donde uno se pudiera perder por siempre.

Una copa de ron sella la amistad con la ciudad. Una Habana que siempre será femenina, y que una vez mas, como novia encantadora, prepara su mejor sonrisa y el más cálido de sus abrazos, para recibirnos.

 

1 comentario

Ramón Torres -

Hola hermano:
Pero que forma tan hermosa de escribir tienes. Gracias por ese retrato de mi ciudad. Te felicito.