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Crónicas de la Nada

Soñadora

Soñadora

Duerme ajena al mundo que la rodea.

En su mente no existe la vida exterior, sólo su propio universo, donde nadie logra penetrar.

La luz de la mañana se filtra por la persiana y baña su desnudez. Dos caricias furtivas la alcanzan. La del rayo de sol y la de mi mirada.

Su sueño no se perturba por los ruidos de la calle, ni los gritos del vendedor, ni el rugido de los camiones repartidores. Sigue ajena al tiempo y al movimiento de las cosas.

Su belleza lo vale.

Un diamante es valioso. Si es diferente a todos, es más valioso.

Así pienso de ella.

Aún en esos instantes, cuando su mente divaga en el carrusel de los sueños, la siento mía. Quizá su viaje la lleve a otras gentes, a otros hombres, a otras vidas, pero el vínculo de compartir las sábanas y las noches es tan elástico que no se rompe.

La veo casi con reverencia. El tiempo no ha respetado su pacto. Pero le ha pagado el precio, la indemnización justa.

No es la niña que enlazaba juegos. Ni la adolescente que se atrevió a trenzar sus ilusiones con las mías.

Es mujer que aún lleva sus sueños a bordo, pero viaja en el carro de la madurez.

Ya alcanzó esa etapa de las mujeres sin edad. Donde la juventud está en la mirada y en su sonrisa.

Y ambas, me pertenecen.

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