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Crónicas de la Nada

El trabajo

El trabajo

Era yo tan niño que no recuerdo si andaba en los ocho o nueve años cuando una tarde llegó Papá y me dio la terrible noticia: Te conseguí trabajo.
¿Cómo? Si yo todo lo que quería era jugar por las mañanas, y por las tardes quedarme tirado en la cama con un libro en las manos mientras esperaba que el sol se escondiera tras la Sierra Madre para poder salir a la calle sin peligro de una insolación.
Pero las órdenes de don Pancho no se discuten, y aunque no ordenaba, lo que dijera el Viejo –ni esperanzas de decirle entonces así, claro- era ley para nosotros. 
Así que escondí mi pereza bajo la cama, para que nadie la viera, y camine las dos cuadras hasta llegar a Vasconcelos, donde estaba la Tienda de Don Chuy, para ponerme a sus órdenes.
Todos los tardes durante esas vacaciones trabajé largas jornadas de tres horas a cambio de un salario de doce pesos con 50 centavos, equivalente a un dólar diario.
Los niños no sabemos nada de economía, así que pasaron muchos años para que me enterara que la OCDE cataloga como pobres a todos los que perciben apenas ese ingreso.
Como no lo sabía, me sentí más pudiente que un Rockefeller, porque entonces no existía Carlos Slim. En un mundo de apenas un escaso kilómetro a la redonda - equivalente de mi casa a la escuela o de casa a la de los abuelos-, ese dinero bastaba para ser rico. No, rico no, millonario, porque podía comprar muchos dulces, panecitos, refrescos, y lo que se me ocurriera.
No contaba con que al recibir el primer sueldo, la autoridad paterna iba a sugerir que como hombre de trabajo, debería darle algo a mamá, así que todo mi dinero y las ilusiones que habían arraigado con él, fueron a dar a manos de mi Madre.
Él nunca me pidió un centavo. Ni entonces ni cuando fui mayor y tuve para compartirle. Incluso a veces, ya viejo, sacaba un billete arrugado y me lo regalaba.
Lo que me dio, en realidad, fue una lección de Vida. Me enseñó que el trabajo es parte de la vida, y cuando lo haces con gusto, honradamente, trae felicidad y bienestar.
Y aprendí que el dinero sirve cuando lo usas para que tu Clan viva mejor.
Hoy es día del trabajo y sería cumpleaños de don Pancho, si no se le hubiera ocurrido irse hace casi cuatro años, igual que todos los Zúñiga, perfectamente sano y en plena juventud.
Quizá por eso recordé esa historia y la quise compartir.

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