Voluntad
Volver a tomar la pluma es difícil.
Más cuando todo es figurado, porque ahora, todos escribimos sobre el teclado.
La pluma se queda generalmente secando su tinta en el fondo de algún cajón, y vuelve a brotar, mucho tiempo después, cuando buscamos algo que perdimos.
En este oficio nunca dejamos de escribir, pero casi siempre somos sicarios de la pluma. Escribimos bajo pedido, por encargo, para un patrón. Miles y miles de caracteres diarios, van dejando huella en los sillones de la redacción, y callos en las yemas de los dedos y en el trasero de los periodistas.
Horas sentados tecleando palabra tras palabra. Todas por encargo –y por ocurrencia- de alguien.
Quedamos tan fastidiados, ahítos de redactar, que olvidamos que el escribir debe nacer de una combinación de creatividad, inspiración y dedicación, acrisolada en el alma de cada uno.
Escribir, plasmar pensamientos, darles forma e irlos hilando, hacerlos coherentes, lleva tiempo, exige esfuerzo, y pide exclusividad por un buen rato. Difícil cuando el teléfono suena cada minuto, y cuando todos reclaman atención.
Pero vale la pena el intento. Aquí no hay miserias intelectuales.
Es cuestión de voluntad.
Marzo 24 2010
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