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Crónicas de la Nada

Los Reyes Magos

Los Reyes Magos

Llegaron los tres reyes a Belén y preguntaron por todos lados dónde había nacido un bebé.

Los llevaron a todas las casas donde había recién nacidos.

No quisieron preguntar por un rey, porque la experiencia les decía que era mejor tenerlo en secreto.

Así fueron recorriendo todas las casas donde había parturientas, y en todas descubrieron que no había ningún Rey. Niños hermosos, sí, pero nada más.

Como Reyes, los tres debían ser generosos. Como magos, casi milagrosos.

Así fueron dejando en cada hogar que visitaron, un regalo para el recién nacido. Y cuando veían los ojos tristes de los niños mayorcitos, el corazón se les partía y hurgaban en sus bolsas hasta encontrar algo de lo que llevaban para el Rey recién nacido.

El milagro se fue dando y completaron para todos.

Al fin, luego de recorrer todo Belén, hallaron un portal, donde una vaca y un burro daban calor a un bebé. Arriba, la Estrella que los había guiado. Abajó, un amor que se transmitía a todos alrededor.

Una simple imagen, de pobreza total. La cueva donde estaba  el portal, un pesebre hecho cuna, con el niño dormido, cubierto con el manto de su madre.

No requería más.

Los reyes sacaron sus regalos. Mirra al Hombre, Oro al Rey e Incienso para el Dios. Todo eso era ese pequeño, aunque casi nadie lo entendiera.

Dieron sus presentes y sus respeto, y los Reyes salieron. Cuando iban lejos, con las bolsas vacías, uno de ellos comentó.

-         Fue grandioso ver a Dios convertido en un Niño, pero creo que fue más grandioso el poder desprendernos de todo lo que llevábamos para darselo a los demás.

-         Porque te desprendiste desinteresadamente –dijo otro, porque aparte de mago, era sabio.

-         Bueno, si tantos nos gustó- replicó el tercero- ¡hagámoslo cada año!

Y así nacieron los Reyes Magos.

 

Enero 6 de 2010

 

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