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Crónicas de la Nada

Dos puertas

Dos puertas

En casa de Roberto y Teresita había dos puertas en la entrada.

Curiosa característica, porque siempre las casas tienen una puerta al frente y otra atrás. Entrada y salida.

La entrada es siempre para recibir a los amigos, a los seres queridos. Es el refugio de quien llega a casa, cansado, a veces derrotado por el día. Es el arco triunfal cuando la jornada fue satisfactoria, y es la entrada al paraíso del hogar.

Dos puertas no las vemos en todos lados. Si acaso en los centros comerciales, donde es para recibir clientes, no amigos.

O en las iglesias, donde van tan pocos que una bastaría. Pero dónde quedaría nuestra esperanza si ahí se pierde la fe de recibir las ovejas descarriadas.

En una casa, dos puertas parecen excesivas. Pero no cuando conoces a sus dueños. Será que una puerta no es suficiente para recibir a todos los amigos. Los de ellos y de sus hijos.

Será que es una casa donde todos caben, donde todos son bien recibidos, sin importar la hora. Puertas que se abren para convertir ese hogar en centro de reuniones para encender el fuego que acalora y justifica refrescarse con unas cervezas.

Puertas  siempre abiertas para recibir a los voluntarios que buscan trabajar a deshoras en bien de otros que ni siquiera conocen.

Puertas dispuestas a recibir a quien busca sólo un poco de plática y una sonrisa amable.

Ya no están las dos puertas, quizá porque la humildad ganó. Hay una sola, y una ventana enorme que igual permite la entrada de todos.

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