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Crónicas de la Nada

La música

La música

Adán pasaba las tardes aburrido, mientras Eva andaba en sus quehaceres.

Cada uno tenía su trabajo, pero a veces no se empataban, y mientras Eva siempre encontraba algo nuevo que hacer, Adán se volvía un manojo de desesperación.

Había muchas cosas que hacer, arreglar, crear, o descubrir, pero había tardes en que Adán sentía no eran para el trabajo. Entonces, dejaba todo, se sentaba a ver las ramas de los árboles, los grillos que pasaban por el camino, o veía como las sombras de los árboles iban caminando sin sentido.

Eso creía él, hasta que un día notó que siempre iban en el mismo camino.

Pero Adán no quería pensar. En esos momentos sólo quería disfrutar la nada, sentir que el mundo era de él y no tenía que pelearlo con nadie.

Una de esas tardes, tomó un pedazo de rama seca que halló frente a él, lo partió en dos,  casi sin darse cuenta, y comenzó a golpear uno con otro.

Salió un sonido seco, casi desagradable. Pero nada había que hacer, así que siguió golpeando los dos palos, sin sentido alguno.

De pronto, algo interrumpió su concentración por un instante, pero volvió a su tarea de desaburrimiento.

Sólo que entonces halló que si se detenía por un instante, los sonidos tomaban un cariz distinto.

Así probó a golpear dos veces, luego hacía una mínima pausa, y volvía a tocar.

Probó varias secuencias, y le gustó. Notó que si golpeaba el tronco del árbol tomaba otro sentido el sonido.

Así pasó la tarde, probando con diversos objetos, hasta que le halló un sentido y aprendió a distinguirlos.

Sólo ocho sonidos distintos encontró, y luego se cansó. Eran suficientes para pasar la tarde.

Había inventado la música.

Noviembre 8 de 2009

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