El tiempo es un otoño
El tiempo es un otoño permanente. Las hojas del calendario caen siempre, y sólo se renuevan una vez, para reiniciar el ciclo eterno de ir perdiendose día a día. Cuando eramos niños, el tiempo era lento. Una tarde alcanzaba para hacer tarea, ir a casa del amigo, jugar al beisbol o al futbol hasta cansarse o hasta golpear el vidrio de alguna ventana -lo que sucediera primero- ver algo de televisión, provocar el regaño de mamá con alguna travesura, cenar, pelear cn los hermanos y todavia quedaba un momento para hacer una oración para que no se fuera por la noche el Ángel de la Guarda, antes de dormir. Con los años, apenas nos alcanza para trabajar, cenar, gruñir un rato con los hijos, y a la cama. Todo cabe en una línea. El tiempo se vuelve estrecho, esclavizante. Apenas nos sacudimos la modorra del lunes, y ya es viernes. Ni cuenta nos damos dónde quedaron los demás días, a fuerza de ser todos iguales. Las hojas del calendario siguen cayendo, y aunque de cuando en cuando intentamos volver a colocarla en su lugar, el tiempo no se deja engañar. Es incorruptible. No detiene su marcha. Como la muerte, igual para todos. Octubre 31 de 2009
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