El trovador
Tal vez en otra época hubiera sido un trovador.
De esos que iban por los caminos contando las historias que iba hilando a lo largo de su recorrido.
Las escuchaba, les daba música y luego iba contándolas a todo aquel que quisiera escucharla.
En esos tiempos, había que ponerle música para que el cliente pagara. Una moneda, un pedazo de pan. Lo que fuera, porque el trovador vivía para su música y de la música.
Dice el dicho que el que a la Iglesia sirve, de la Iglesia se sirve.
Igual los trovadores. Unas notas, una historia, y se convertía en una canción.
Igual que ahora. Sólo que entonces eran las noticias, y los juglares los periodistas de la edad media.
Ahora, los trovadores le cantan al amor, a la eternidad, a la mujer, a lo que sea. Las noticias se dan en la televisión, y nadie las canta.
Este hombre, sería un trovador. Sentado en la Alameda, canturrea una canción. Su guitarra maltrecha sigue arrancando las notas exactas para hilar la melodía. La guitarra funciona, lo que falla es el oído del cantante.
Me invita a escucharlo. Lo escucho.
Para nada se escucha como un trovador. No importa, es quizá de los pocos que cantan por gusto, no por dinero.
Sólo música sincera.
3 noviembre 2009
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