La Costilla de Adán
En el principio, Adán tuvo mucho trabajo. O al menos eso creía y presumía él.
El Señor lo puso a darle nombre a todos los animales que había creado, y eso cansó a Adán.
Todo un día ocupó para ello. Al principio era fácil, conforme se le ocurría los nombraba: León, perro, elefante, gacela, ocelote, pantera.
Pero luego, cuando ya llevaba un buen número de animales bautizados, se le dificultó un poco, y a veces, en vez de nombre, parecía insulto; gusano, rata, chango, víbora.
Lo logró, con insistencia y con el Señor atrás de él, para enseñarlo a perseverar.
Al final, Adán Pérez vio que ningún animal se parecía a él. Quizá un poco los grandes monos, pero eran demasiado chatos y musculosos.
No, definitivamente él era único, y eso lo llenó de tristeza.
El Señor lo vió y sintió lástima. Entonces, lo hizo dormir, y mientras Adán soñaba, Dios le quitó una costilla, y de ella hizo a una mujer.
Le llamó Eva, y era hermosa. Tenía el brillo de la cascada en sus cabellos, y el reflejo del sol en su mirada.
Sus manos tenían la piel como el durazno, y sus pies eran como dos gacelas. Sus pechos, tímidos como cervatillos.
Adán despertó y la encontró hermosa.
- Gracias Señor, por darme a esta compañera. Con ella me sentiré completo como Rey de la creación.
El Señor sonrío, y le guiño un ojo a Eva.
Ella comprendió, y se dispuso a mandar.
Octubre 4 de 2009
0 comentarios