Blogia
Crónicas de la Nada

El anillo

El anillo

Eva veía a Adán demasiado libre.

Le preocupaba lo fácil que era para él desligarse de todo, hasta de ella, para lanzarse tras un proyecto.

No importaba qué tan loco fuera o qué tan imposible, Adán lo emprendía como si en ello le fuera la vida.

Entonces, se olvidaba de todo, hasta de comer y de retozar por las noches. Eva se sentía abandonada, incomprendida. Se le despertaba el mal humor, y a veces no se aguantaba ni ella sola.

Adán seguía en su mundo. Concentrado sólo en su labor.

Cuando volvía, una vez terminado o fracasado, volvía a ser el de antes, siempre en casa, obediente, listo para lo que se ofreciera, cariñoso.

O al menos ahí estaba, y aunque no hiciera nada, ni platicara, Eva sentía que era de ella. Que lo tenía.

Muchas noches de insomnio pasó Eva pensando cómo hacer que Adán no se olvidara de todo –sobre todo de ella- por sus proyectos.

Una de tantas, mirando la luna llena que asomaba por la ventana, tuvo una idea.

Le pidió a los topos, viejos amigos, que le buscarán en el fondo de la tierra un material que no se destruyera. Quería que fuera eterno como eterno quería el amor de Adán.

También les pidió que lo buscaran hermoso, como el sentimiento que los unía. Y maleable, para hacer con él algo que Adán pudiera cargar siempre y que se volviera parte de él, como lo es el corazón, los ojos, la mente.

Los topos buscaron día y noche, sin descanso, porque en el fondo de la tierra la noche es igual que el día. Lo hallaron. Encontraron un metal limpio, hermoso, amarillo y refulgente.

Era oro.

Con él, Eva hizo dos anillos, uno para ella y otro para Adán.

-          Ponlo en tu dedo, y así, cada vez que lo veas o lo sientas, te acordarán de mi. Será como el símbolo de nuestra unión

Adán lo tomó con gusto. Era bonito, sin duda. No era eterno, pero indudablemente permanecería por muchas generaciones.

Lo usó en un dedo de la mano izquierda. Lo llamo anular, por el anillo. Lo usó ahí porque era donde menos estorbaba y donde no había tanto riesgo de perderlo.

Tampoco quería despertar la ira de Eva.

Era bonito, sin duda. Pero cuando le daba vueltas en su dedo, Adán sentía que más que adorno, era como un yugo disfrazado.

 

Noviembre 22 de 2009

0 comentarios