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Crónicas de la Nada

La nueva edad de Eva

La nueva edad de Eva

La vida de Adán Pérez tiene mil interrogantes.

Hay tanto que aprender, en qué pensar, que a veces se queda por horas cavilando sobre una duda.

Así lo encontró el Elefante.

Vale mencionar que el Paraíso es como la selva de Tarzán. Hay todo tipo de animales, todos hablan el mismo idioma, y pacen juntos el León con el Cordero.

Pero cuando las tripas le empiezan a gruñir al León, Cordero siempre recuerda que tiene que lavarse el pelo, y se va a su casa.

Elefante no tiene ese problema. Ni el del León ni el del Cordero.

Y es buen amigo de Adán. A veces hasta se toman una cerveza juntos o un buen vaso de vino en el Noe´s Bar.

Sólo una, porque con dos Adán comienza a verlo de color rosa.

Esa tarde, Elefante platicaba con Adán. O mejor dicho, éste hablaba y Elefante escuchaba.

- Cuando conocí a Eva, teníamos la misma edad, pues yo abrí los ojos por la mañana y ella por la tarde. Me dormí una siesta, y al despertar ya estaba ahí.

- Es una historia que todos sabemos - respondió Elefante, que como todos saben, tiene una memoria prodigiosa.

- Sí -replicó Adán Pérez- pero el tiempo no es equitativo, y no nos trata igual a todos.

Elefante meditó unos segundos, mientras pensaba en su calva infantil. Ciertamente, el tiempo es más benévolo con unos. Y malvado con otros, pensó, recordando al Buitre.

- Me acabo de dar cuenta -prosiguió Adán- que aunque nacimos juntos, ahora yo soy mayor que ella como diez años. No entiendo.

- Debe ser - razonó Elefante- que las mujeres son malas para las matemáticas.

 

 

 

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