Transformación
Cada mañana se subía al camión donde yo viajaba de cabo a rabo de la ruta.
Una chica regordeta, pero sin exagerar. Subia con su cara lavada y los ojos chiquitos, no se si por que así eran, o por el sueño que llevaba en ellos.
A las seis de la mañana siempre viajan los mismos. Si un día no coincidimos en el mismo camión, al otro día lo haremos.
Así fui identificando a quienes subían a esa hora. Algunos se dedicaban a dormir apenas tocaban el asiento. Si alcanzaban.
Otros veían por la ventana. Ella prefería transformarse.
Los movimientos de la unidad no le quitaban ni una pizca de pulso. Empezaba polvéandose la cara, luego iba delineando la sombra de los ojos, algo de chapas, para darle un rubor artificial a lo que escuchará en el día.
Terminaba dandole un color rojo a los labios.
No era un minuto o dos. Lo hacia durante la media hora que el camión tardaba ne llegar a su destino. Al de ella, no al del camiòn.
Cuando bajaba, nadie hubiera reconocido que era la misma que subía unos kilometros antes. No se parecía en nada.
Era otra. Diferente, lista para conquistar al mundo.
Septiembre 17 de 2009
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