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Crónicas de la Nada

El pan de Canela

El pan de Canela

El chiste se ha vuelto viejo a fuerza de contarlo.

Llega el Fher con sus bolsas llena de pan. Lo traen desde Veracruz, donde lo amasa su abuelo, al estilo de antes: a mano, con cariño y horneado en horno de piedra.

Es un pan enorme, redondo como luna llena, sabroso como manjar de reyes, y vasto como banquete de príncipe.

Siempre llega con dos piezas, listas para degustar con el café de la tarde.

Uno es un enorme volcán, aunque otros le dicen concha. No sé, en mi barrio infantil, el señor de la tienda les decía volcanes, y crecimos creyendo con ese nombre.

Es  que no hay pan como el mexicano, sabroso y con nombres llenos de ingenio. Los polvorones, las conchas, los marranitos, las pambadas, las margaritas, las revolcadas.

En todas las tiendas siempre estaba el canasto, enorme, con orejas que no escuchaban, corbatas que nadie se ponía en el cuello, tomates que no servían para una ensalada, revolcadas que no hallabas con quién.

Luego, llegaron los panes embolsados, pero en el otro barrio a donde llegamos a colonizar, igual pasaba don Ramón, en su bicicleta y con el canasto en la cabeza, como en las películas.

Ahora ya no pasa. Le ganó el camión que trae Mariano con altavoz y muchas charolas.

Pero de cuando en cuando, van los papás del Fher a Veracruz y traen pan. Llega Fher con sus dos piezas, grandes y seductoras, siempre con la misma frase.

Uno es el pan de canela, dice.

E invariablemente le respondemos: ¿Y no se enoja Canela si nos lo comemos?

Chiste viejo a fuerza de contarlo. Risas nuevas a fuerza de divertirnos.

1 comentario

el dichoso fher -

muy buena
pero sigo preguntandome
ke dira canela cuando sepa ke se comieron
su pan :D

saludos