Triunfador
No siempre se gana.
Eso iba pensando Adán Pérez, tras un largo día donde los fracasos menudearon en todo lo que intentó.
Triste, sin ánimos, se encaminó a casa, dispuesto a enfrentar lo que viniera.
A veces es tan difícil llegar a casa, porque el humor de Eva es más variable que la temperatura de Monterrey. Y es mucho decir, porque en esa ciudad amanecen a cinco grados y a las diez de la mañana ya los termómetros registran 35.
Adán no sabía que le esperaba cuando entró a casa.
Eva Pérez estaba en la cocina, preparando la cena. Apenas lo vió entrar, sintió el pesado fardo de fracasos que llevaba encima su hombre.
No dijo palabra. Se acercó a Adán y lo recibió con un suave beso en los labios, le quitó su mal día de encima, le despeinó el pelo, y se le quedó mirando a los ojos.
Rubricó todo con la sonrisa más luminosa que encontró en su repertorio.
Y como por arte de magia, Adán se sintió un triunfador.
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