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Crónicas de la Nada

Rostros desconocidos

Rostros desconocidos

Por Francisco Zúñiga Esquivel

En algún lugar encontraron una fotografía original de Shakespeare. Estaba guardada en la bodega de una familia, que la había conservado, quizá sin saber el valor histórico que tenían en el desván.

El Shakespeare que vimos se parece algo al que estamos acostumbrados a ver, pero definitivamente que no es la misma persona.

Igual pasa con muchos personajes históricos. Alguna vez, en la oficina de un senador, encontré colgada en la pared una foto de Benito Juárez. Era un hombre de rasgos toscos, indígenas, totalmente distinto al que nos muestran las estampas y fotos oficiales.

De hecho, Juárez es quizá el mexicano del que existen más figuras en el mundo. Todas se parecen, como se parecen los hermanos, nada más.

Hasta las fotos de los santos difieren mucho de la verdad. En alguna iglesia tiene la imagen de Santa Teresita de Jesús junto al altar. Es una jovencita de rasgos finos, muy blanca, con mejillas sonrosadas.

En las oficinas, tienen una foto, también grande, de la misma santa. Fuera del hábito, en nada se parecen. La fotografía muestra a una mujer joven, simpática, pero no muy agraciada, según los canones de belleza que nos han impuesto.

Por eso la tienen escondida, como si la belleza del espíritu estuviera en los rostros, no en el alma.

Así somos, pero no nos aceptamos.

Se nos olvida que la perfección la inventaron los artistas. En la vida real tenemos arrugas, rostros asimétricos, ojos saltones o narices grandes.

Eso no nos hace feos, simplemente no da personalidad propia.

Marzo 10 de 2009

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