La escuela
La mañana es fría, pero ellos trabajan.
Uno es un hombre ya maduro, casi al borde de la vejez. El otro apenas empieza a vivir, y quizá su lugar estaría más adecuado en una escuela, y no en una construcción.
Son amanecer y ocaso, pero ambos llevan quizá un mismo libreto de vida.
Al primero le faltaron oportunidades. Nació en un pueblo y emigró a la ciudad, sin estudios ni conocidos. Ha sido albañil toda su vida, y es feliz, porque para él, es implicó mejorar.
Su vida fue mejor que la de sus padres y abuelos.
El joven es distinto. Nació en la ciudad, aunque en un ambiente humilde. Podría estar en la escuela, preparándose para un trabajo mejor, menos cansado y más remunerado.
Pero todo es fácil para él. Será albañil porque –eso cree él- que no requiere esfuerzo.
Perdió su oportunidad.
Trabajan juntos, el viejo enseñando lo que ha aprendido al otro.
Y éste no entiende que sigue en la escuela. Una escuela más difícil, donde nunca hay diploma.
Sólo cansancio y un día, desilusión.
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