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Crónicas de la Nada

Los años

Los años

Sólo es viejo el que quiere serlo.

 

Lo descubrí en la sonrisa de Esthela, capaz de darle un brillo especial  a sus ojos y borrar las arrugas que sus noventa y tantos años le dejaron de herencia.

 

También en el huapango que Ramoncita es baila con la misma energía de los veinte años que dejó atrás hace más de sesenta. Y en los recuerdos de Emilia, capaces de enlazar a sus antepasados con sus descendientes y hasta dejar lugar para hacerme su pariente.

 

Mis andanzas me llevaron a conocer estas bellas mujeres en el asilo donde ellas y otros adultos mayores disfrutan sus días, y a convivir en la igualdad juvenil sustentada en la alegría de haber despertado un día más.

 

Porque no tenemos los años que hemos vivido, sino los que nos falta por vivir y eso nos obliga a no desperdiciar ni uno solo de los regalos que la Vida - y la Vida es Dios- nos hace llegar incluso a través de sus renglones torcidos que siempre son bendecidos.

 

Aprendí que los años no quitan las ganas de vivir, ni de bailar,  amar, hacer locuras, pecar de vez en cuando comiendo algo prohibido -pizza y cerveza, o chicharroncitos, dijo una de ellas- y sobre todo, no borra la sonrisa de la cara si la traes en el alma.

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