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Crónicas de la Nada

El Gabo

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¿Y usted cuál considera que es su mejor novela?

No quise quedarme con la duda. No era la primera vez que tenía a Gabriel García Márquez tan cerca, pero sí la primera vez que "me la debía".

Unos minutos antes, había huido literalmente para perderse en el ascensor, cuando quisimos entrevistarlo, mientras estábamos en MARCO, dentro del contexto de la entrega del Premio Iberoamericano de Periodismo.

Cuando volvió, me acerque, y le dije, bueno, platiquemos como amigos, como periodistas.

Así sí, dijo, o pensó decirlo. O creo que le escuché.

El caso es que estuvimos platicando de todo y nada, como corresponde a un par de periodistas, escritores y bebedores sociales de refresco. No es que haya aberración al alcohol, pero era miércoles, y además el momento ameritaba estar sobrio. No estábamos solos, pero de alguna manera logré acapararlo por varios minutos.

Por esos tiempos, yo había leído casi toda su obra, y el seguramente nada de la mía. Espero haya leído la reseña al día siguiente. Incluso había leído El Olor de la Guayaba, donde Plinio Apuleyo Mendoza tiene una larga conversación con el escritor. Este libro lo leí antes que otros del colombiano cuando aún no recibía el Nobel, y yo era casi un niño.

Conocí a García Márquez en la primaria, porque en una lección venia un fragmento de Cien Años de Soledad. Apenas unas líneas que narraban cuando José Arcadio Buendía organizó la fundación de Macondo.

Escuché luego el nombre Macondo en una canción de Oscar Chávez, y empezó a sembrar curiosidad. Ya después, en la prepa, supe que había un libro que se llamaba Cien Años de Soledad. Pero eran tiempos en que leía lo que caía en las manos, había en la biblioteca, me prestaban o costaba menos de diez pesos. Y los libros de García Márquez no entraban en ninguna de esas clasificaciones.

Tuve que esperar a tener en las manos el dinero del primer aguinaldo de mi carrera de periodista para comprarlo. No lo pensé, apenas cobré y corrí a la librería Iztaccíhuatl a comprarlo. Estuve quince días tratando de leer el prólogo, hasta que la noche de San Silvestre, al llegar de madrugada a casa, ya brincado el nuevo año, decidí brincarme esa parte y comenzar donde decía: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Y ya no lo solté hasta acabarlo, cuando el sol se asomaba por la ventana.

Desde entonces fue más fácil leerlo, porque mi bolsillo ya podía sustentarlo, y fui integrando a mi humilde biblioteca los libros no sólo de Garcia Márquez, sino de muchos otros autores que aún no eran suficientemente conocidos para mí, más que como referencias bibliográficas.

Leí tres o cuatro veces Cien Años de Soledad, pero será que me gustan las historias, o de pronto perdía la fluidez, pero no era el que más me gustaba de los libros escritos por el Premio Nobel. 

Esa noche tuve la oportunidad de preguntárselo. Se lo solté a boca de jarro, a quemarropa.- ¿Y usted cuál considera que es su mejor novela?

Su respuesta fue lacónica. Como los diálogos de sus libros.

- El amor en los tiempos del cólera.

Creo que coincidimos.

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