El viejo
Muy molesto, el hombre aquel tomó la palabra frente al grupo.
Todos lo miraron primero, y luego escucharon como desgranaba un rosario inmenso de quejas.
Nada le gustaba, ni los impuestos, ni el trato que le daban en el transporte, ni la falta de respeto a los viejos.
Se apoyaba en su bastón para darle más fuerza a sus imprecaciones.
A simple vista, no se veía tan viejo. No había ni una cana furtiva en su cabello. Su dentadura estaba completa. Había que acercarse mucho para notar un leve hálito a vejez que denunciaba sus años.
Se lamentó la pérdida de respeto a los viejos. Los muchachos no les ceden el asiento, no dejan de decir malas palabras frente a ellos. Casi los empujan cuando pasan junto a ellos.
Y en las oficinas, no les hacen caso por ser de la tercera edad.
En fín, ser viejo era un calvario.
- Bueno, pues si no te respetan- le dijo un compañero, en plan de sorna- pégales con el bastón.
- No puedo, porque no lo llevo- le respondió.
Al ver la interrogante en los ojos de su amigo, continuó.
- Por nada del mundo, permitiría que me vean como un viejo.
El otro, sólo sonrió.
Enero 17 de 2009
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