Luna
Un suave sonido se escucha en la ventanilla del avión.
Quién puede ser, si volamos a diez mil pies de altura. El toque se repite. Es un llamado, sin duda. Lo adivino, lo recuerdo.
Es ella. La antigua amante, siempre joven, que vuelve de noche en noche, para acariciar y ser acariciada.
La mirada tiene propiedades mágicas. Se puede besar con ella, dice Bécquer. Siento el roce de esos labios que brotan desde su mirada. No son besos suyos, son de Ella, que viajan desde la lejanía, y encontraron el espejo perfecto, que los lleva hasta mí, sin arrebatarle ni uno sólo de los suspiros que los envuelven.
Sabia a fuerza de amores, Selene sabe ser cómplice de los enamorados. Ella vive por el amor, y para el amor. Y lo comparte.
Ciertas noches, vestida de gala, llegaba hasta mi. La ventana se abría para darle paso a su belleza. Sus finos cabellos de plata, perfectamente arreglados. Una sonrisa diáfana embellecía su rostro, y su ropaje transparente permitía conocer los secretos de su cuerpo.
Otras veces, seguramente luego de algunas aventuras, llegaba hasta mi, despeinada, dulce, hambrienta de cariño, aunque no de besos ni de caricias. Era apenas una sonrisa en esas noches, que se acurrucaba junto a mí, para dormir sin prisas, sabiendo que estaba protegida por mi enclenque poesía.
Dulce y suave Luna, aparece ahora, mientras vuelo. La veo por la ventana, toda de gala, con una cabellera rojiza que la rejuvenece. Lanza una sonrisa de complicidad, y sin que diga palabra, sé que me trae un mensaje de Ella. Es una promesa de amor, que acepto encantado.
Me dice que es bella, que tiene una sonrisa tan encantadora como la Alegría. Una voz suave que acaricia al hablar, y un mirar sereno como poesía de Bécquer. Que tiene la dulzura de los Ángeles, y un sentimiento limpio para aliviar derrotas y dolores. Una paciencia infinita para esperar a que acaben mis batallas.
Ella espera el regreso. Siempre espera mi regreso. Y yo siempre regreso.
(Sobre el Golfo de México, Marzo 2014)
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Emily -