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Crónicas de la Nada

Elegante

Elegante

Siempre elegante, el hombre asume una postura casi de aristócrata.

Es un dechado de modales, aunque traiga un zapato blanco y uno negro. No lo hace por excéntrico, ni por imponer moda. Simplemente es lo que tiene, y no le importa.

Lo veo a veces afuera de una tienda de conveniencia, siempre con saco, aunque sin corbata. Como un conde que anduviera de visita en sus dominios.

Siempre tiene por ahí un maletín con dos o tres refrescos a medio consumir. Tal vez los compra, tal vez los recoge cuando alguien los tira a la mitad.

No habla con nadie, pero a veces se queda mirando a alguno como si reprobara su forma de vestir.

Él, que es toda elegancia, supervisa como visten los demás.

Su pelo entrecano no conoce peine ni cepillo. No es viejo, pero las canas van ganando terreno en su cabellera.

Seguramente se lava como los gatos, a salivazos. A él no le preocupa. Siempre va elegante, aunque lleve un traje que no combina con su pantalón, y que sus pies sin calcetines calcen un zapato blanco y otro negro.

La elegancia va en el porte, no en la vestimenta.

 

Octubre 28 de 2009

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