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Crónicas de la Nada

El amor del hombre

El amor del hombre

Adán nunca fue niño.

Por eso siempre guardó una inocencia sobre la vida. Esa inocencia lo llevó al mundo, cuando aceptó morder la fruta que Eva -también en su inocencia- le ofreció.

O quién sabe. Tal vez Eva quería cambiar de casa, y vivir más solos.

Adán nunca pensó eso. Como hombre sin experiencia, tenía mil interrogantes más, antes de pensar en cómo entender a su mujer.

Cuando le venían esas dudas, vagaba por Paraíso, el lugar a donde todos fueron a caer tras la expulsión del Paraíso verdadero.

Ahí lo visitaba Dios, y él le hacía mil preguntas.

Pero otras veces, lo dejaba solo, para que él encontrara su camino y fortaleciera su intelecto.

Adán paseaba, miraba las cosas y pensaba. La Serpiente, aún cuando era él mismo y no la personificación de alguien, era astuta e inteligente. Y estimaba a Adán, por lo que a través de él les habían hecho.

Por eso, le gustaba encontrárselo en los caminos, y acompañarlo en sus interrogantes.

- Serpiente, me preguntó por qué casi todos los seres de la creación son libres para amar a una y otra hembra, y no se ven atados a una sola. Creo que soy el único que debo ser monógamo, y no es justo.

- Nada es justo en la tierra, Adán - respondió Serpiente, que de pagar culpas ajenas, sabía bastante.

- Sí, pero convivir con Eva no es fácil, y a veces me siento sólo. No estaría de más otra compañera para esos momentos.

Serpiente no pudo evitar sonreír, aunque su sonrisa, por más amigable que sea, siempre se ve perversa.

- Y no has visto a tus hijos- Serpiente podía ver el futuro, aunque no platicar mucho de él.

- Vendrá Abraham, con sus dos mujeres, de donde saldrá una estirpe que tendrá más hijos que estrellas en el cielo, Jacob con las dos mujeres, hermanas por las que trabajó muchos años para obtenerla. Vendrá David que le roba su mujer a su soldado, y Salomón con 700 esposas y 300 concubinas. Y todos serán hombres de Dios.

Para Adán, eso era difícil de entender .

- Ves, y yo sólo con Eva.

- Serán tiempos distintos, seguramente -comentó Serpiente, que cuando no sabe o entiende algo, prefiere sembrar la semilla del enigma.

 

-Pero aunque tú seas el único ser de la creación destinado o condenado a procrear con una sola mujer, siempre tendrás otras ventajas -filosofó Serpiente.

- Cuando el hombre se acerca a una mujer, va siguiendo el instinto de multiplicarse -continuó- El hombre siembra, la mujer germina la semillla. Es la ley de la naturaleza, y la hizo Dios, por tanto, debe ser buena.

Pero lo mueve el instinto, el gusto por la hembra, por la feminidad, por el sexo, por la ternura, por la calidez, y todo eso que sólo proporciona la mujer.

La mujer lo va atrapando a base de promesas y cumplimientos postergados, para que sólo este con ella.

Pero viene una ventaja para el hombre. Descubre que puede hacerle el amor a la mujer de mil maneras. Que no siempre se necesita la unión carnal para ello, aunque cuando lo logra se vuelve algo más allá del instinto, algo sublime y encantador.

Encuentra que cada vez que le toma la mano, le hace el amor. Que cada vez que le dice una frase hermosa, creada para ella, le hace el amor. Que cada mirada, cada recuerdo conjunto, es hacer el amor. Que le hace el amor por la palabra, a través de los otros sentidos, principalmente el oído.

Cada palabra, cada sonrisa, cada "hasta luego", es como hacerle el amor.

Por eso el género humano es el rey de la creación, porque Dios le concedió maneras distintas para consumar el llamado de la Naturaleza.

Y eso, sólo el hombre lo tiene-, concluyó Serpiente.

Entonces Adán comprendió que cada uno de sus hijos podría hacer el amor con mil mujeres, y al final, cuando fuera viejo y su vigor decayera, podría seguir haciéndolo con la mujer elegida.

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