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Crónicas de la Nada

Los nietos de Eva

Los nietos de Eva

 

Eva Pérez estaba triste.

No era de todos los días, pero tampoco era raro. A veces, Eva se sentaba a l sombra de un árbol, o junto al lago, o de frente a las montañas y su pensamiento vagaba por la inmensidad.

Esta vez, eligió una gran piedra a un lado de la ladera que va a la zona donde están los árboles frutales en el Edén.

su rosto era surcado por una sombra de duda, de inquietud. Sus ojos se volvían acuosos de pronto, sin motivo aparente. Su alma sufría. Estaba triste.

El Señor, que todos los días camina por el Edén la vió y se sentó junto a ella. Como no había más que un solo asiento, tuvo que crear una gran piedra para sentarse. Cosa sencilla para Él.

-          Señor, ¿por qué los hijos crecen? – cuestionó Eva Pérez. Por qué no siguen pequeños por siempre, para que podamos cuidarlos, tenerlos junto a nosotros. En vez de eso, crecen, se sienten fuerte, se burlan de ti y se van todos los días, a toparse quién sabe con cuántos peligros.

-          Tienen que crecer –le respondió Él- es una ley que tendrá la vida.

-          Pero… -Eva dudó, pero al fin se animó- es tan poco el tiempo que duran como bebés. No alcance a sacar todo mi instinto materno. Se quedó tanto de él en mí, que quisiera tener por siempre un bebé junto a mi.

-          Eso lo arreglamos. Esos hijos te traerán más hijos, y tendrás nietos, y muchos, para que desfogues todo ese amor.

Eva lo miró con sus ojos castaños llenos de comprensión.

-Ay, señor, no es lo mismo –y mientras lo decía brilló un leve fulgor en sus ojos- porque para lograrlo, me tienen que traer nueras.

 

Enero 25 de 2009

 

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