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Crónicas de la Nada

Las madrugadas

Las madrugadas

Me gustan las madrugadas, más que los atardeceres.

Es emocionante ver como la luz va diseminando su manto sobre el mundo, casi de manera imperceptible, mientras el mundo sigue indiferente a la caricia que le hace el sol.

Cada amanecer es como una nueva esperanza. Es salir del túnel oscuro con la fe de que el día será mejor que la noche anterior.

Cada día nuevo ofrece una oportunidad de mejorar, de acabar con las crisis, de perdonar y ser perdonado, de volver sobre los pasos y reiniciar, de empezar nuevos proyectos.

Hasta una nueva vida podemos inventar.

Los amaneceres son hermosos. El cielo se viste de colores nuevos. En las mañanas frías se pone travieso, y pinta las nubes de rojos caprichosos, y les cambia la personalidad.

Las pone alegres.

El mundo, aunque indiferente, va tomando vida y cuando el día termina de vestirse, ya hierve en actividad total.

Pero quizá lo que más me gusta de las madrugadas y los amaneceres, es que pocos lo ven. Van tan aprensivos por el día que inicia y lo qué tendrán que hacer, que no les da tiempo para contemplar el regalo visual que nos regala la Vida.

Lo dejan todo para los pocos que nos damos el tiempo de voltear al cielo, y aceptar el regalo.

 

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