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Crónicas de la Nada

El café de las mañanas

El café de las mañanas

El aroma se extiende por toda la casa, e invita a probar ese líquido oscuro, como petróleo, que se va formando en la cafetera.

Es la primera hora de la mañana en la casa. Tal vez afuera será la décima hora, pero aquí, en el castillo que es el hogar de cada hombre, es apenas la primera hora.

No ha sido fácil la noche. Como siempre, hubo que lidiar con el sueño que no llega, o que se esconde tras la plática, tras la historia interesante que tiene ese libro en turno, o tras el televisor, donde pocas veces encuentra algo tan interesante como para verlo más de diez minutos.

El despertar se antoja más liviano, y la bebida que va tomando color ayudará a serlo más agradable.

Es poca, para que no pierda el sabor. Preferible hacer café tres veces, que tomarse un café requemado a la tercera taza.

Hay quien dice que sólo toma café cuando hace frío. Otros nada más por la mañana. Algunos nunca, porque les desata el monstruo de la gastritis.

Pobres mortales. Se pierden del placer de disfrutar una buena taza de café a todas horas. Es una compañera agradable, lo mismo al platicar con un amigo, que al cortejar a una mujer, al escribir un libro, o al ver una película.

A todas horas, en todo lugar se puede disfrutar. Pero coincido con muchos: Por la mañana, al despertar, es altamente placentero.

Tomemos café.

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