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Crónicas de la Nada

Amor juvenil

Amor juvenil

Los uniformes rojo y blanco destacan sobre el gris panorama urbano. Son dos niños casi, prófugos de los carritos y muñecas, que juegan al amor.

Los veo desde el anonimato del coche, auspiciado por la luz del semáforo, tan roja como la playera que visten, delatora inmisericorde de su grado escolar. Seguramente son alumnos de alguna secundaria cercana, que antes de llegar a casa, se despojan de su timidez para disfrutar un instante de un amor adolescente tan limpio como una pompa de jabón.

Igual flotan en el embrujo del beso que se prolonga más aláa del pudor de una mirada curiosa, la mía, que se alterna de la eternizada luz roja del semáforo a la felicidad que emana de aquellos niños.

Quizá por un instante el tiempo se detuvo para que ellos disfrutaran ese beso casto, conjugación perfecta del verbo amar. Conjugación sin malicia, sin lujuria, solo envalentonado por el deseo imperioso de estar juntos.

Quizá ese reposo nos alcanzó a quienes los vemos, porque el reloj no avanza, y el tiempo nos permite una pizca de eternidad.

En veinte, no, en cinco, tal vez en tres años esos jovencitos serán otros, distintos, y aunque el amor triunfe sobre el tiempo y la edad de los dos, no será tan inocente y esplendoroso como ese que hoy viven, y que la luz roja del semáforo, cómplice eterna del paisaje urbano de mi ciudad, permite me compartan.

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