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Crónicas de la Nada

La Nube y el Sol

La Nube y el Sol

En el horizonte, el Sol semeja una Luna mañanera.

Ni siquiera tiene personalidad propia. Parece una copia de la otra Luna, la que aprovecha la magnifíca montaña como ornamento, en un punto indefinido entre el poniente y el sur.

La Luna es caprichosa, como todas las damas. Le gusta lucirse cuantas veces puede, y esta vez, redonda y ahíta de luz por la noche, agarró la parranda y le amaneció.

A pesar de sus ojeras, luce hermosa.

El Sol no. Se ve desmañanado y esta vez su poderío se ve opacado por una simple nube que subió al cielo en forma del vapor que brotaba de los charcos que el mismo Sol quiso secar.

En su afán de mostrar su poder, terminó por crear la nube que lo opacó.

Ni siquiera es una nube definida. Es neblina que se extiende por el cielo, y al amanecer filtra los rayos del Sol.

Es una gran radiografia que lo apaga, y lo deja convertido en un simple disco blanco, opacado, sin más figuras que las que la misma niebla le quiere dar.

Gran diferencia con la luna, que se va perdiendo en las montañas, y aunque no brilla con luz propia, hace derroche de personalidad.

Esta vez, el sol ha perdido.

Lo derroto en su poder una simple nube.

Y en estilo, la Luna.

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