Rutinas
Lo único que no cambia en el mundo es la tendencia constante el cambio.
Lo vemos todos, lo sabemos todos. Aunque no siempre lo aceptamos.
Nos vamos haciendo viejos cuando ya no podemos cambiar, cuando la rutina nos da seguridad, y nos molestamos hasta porque alguien se sentó en nuestro lugar donde tomamos el sol.
Hay viejos de 30 años, que pelean sus espacios con fiereza, como si el mundo no tuviera millones de kilómetros y millones de lugares donde pararnos. Los hay de mucha mayor edad, similares en sus gestos, sus actitudes, sus enconos.
Lo vemos en las oficinas. Son los que inmediatamente marcan su territorio con fotos familiares, algunas pertenencias, a fin de que nadie se coloque en “su” lugar. Un lugar que generalmente nadie les da.
Otros son peores. Nunca cambian la rutina diaria. Siempre siguen el mismo camino, el mismo número de pasos, y no se atreven siquiera a cambiar de día para ir al cine o a cenar.
Se va perdiendo el sentido de la aventura. La rutina les da tranquilidad, y se convierte en una burbuja donde nada los alcanza.
Sólo el tiempo.
Enero 9 de 2010
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