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Crónicas de la Nada

La guitarra

La guitarra

Sus curvas son insinuantes e invitan a recorrerlas.

Cualquiera la puede tocar, pero no todos logran arrancarle calidez a su voz.

Treinta años, que en una mujer sería el inicio de la edad perfecta, para una guitarra es la madurez absoluta.

Encerrada en un estuche que fue lujoso alguna vez, y hoy se ve raído, descolorido pero tan fuerte como el primer día, la guitarra espera la llegada de las manos expertas que la arranquen de su silencio.

Poco canta ya, porque los amigos se olvidan, inmersos en sus sueños y sus proyectos, primero, y luego en sus obligaciones.

Treinta años desde que el adolescente soñador la recibió de manos de la abuela. Para que aprendiera algo bueno, le dijeron.

Si las guitarras hablarán, ésta tendría mucho que decir. Podría contar historias de noche de juerga, de serenatas, de soledad.

Alguna vez acompañó al amigo de su dueño en una serenata a una mujer casada, que en la huida del esposo celoso.

Igual sus cuerdas lloraron alguna decepción. Y festejaron muchas alegrías.

Ha sido fiel, y fue el único equipaje que llegó cuando su dueño emprendió una nueva vida.

Ahí está la guitarra, a la espera de las manos que la acariciarán y le arrancarán sus notas, de dolor, de alegría, de festejo.

 Siempre fiel, como una mujer.

 

Octubre 24 de 2009

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