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Crónicas de la Nada

Lágrimas

Nunca supo en qué andaba su hija.

Ella salía por las noches, decía que iba a trabajar y no volvía hasta por la madrugada.

No toma, no fuma, seguro anda bien, pensaba la mujer. Y no preguntaba.

Hoy no sabe de ella. La chica, apenas 16 años, desapareció.

Qu íronía: ahora que ella no está, la madre sabe mucho de ella. Que el trabajo era de acompañante de hombres con dinero, que se prostituía en diferentes lugares, que vivía en el mundo difícil de la mal llamada vida fácil.

Aún asi, la mujer piensa que si la niña no vuelve, es porque alguien la tiene contra su voluntad.

Como si no hubiera ido al candelero por su propio pie, dispuesta a enfrentar riesgos para tener la vida de placer que seguramente soñaba, y que no existe más que en la imaginación de los legos.

La niña, 16 años cumplidos, no aparece. Alguien se la llevó, quizá la asesinó.

O tal vez la exploten en algún burdel de lujo.

La madre llora por ella, clama por su hija buena.

No recuerda que ella nunca la detuvo ni se preocupó por saber con quién y dónde andaba. Ni porque se embellecía tanto para salir por las noches, ni le preocupó que usara esos minivestidos que poco dejaba a la imaginación.

Pensó que seguía siendo niña. Y tal vez sí, pero la niña quería ser mujer, sentia cuerpo de mujer, sueños de mujer.

Hoy la mamá la llora. No piensa que quizá debio negar permisos y dejar que fuera la niña la que llorara.

Hubieran sido menos las lágrimas.

Octubre 14 de 2009

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