Antiguedades
Me gusta ver lo que no voy a comprar.
Hay quien dice que no tiene caso, si no voy a comprar.
No importa, a mí me gusta imaginar para que puede servir cada cosa, que uso distinto se le puede dar, y conocer precios, cualidades y funciones.
Por si un día se ofrece.
Las cosas nuevas tienen su encanto, pero las cosas usadas son irresistibles. Cada una tiene una historia que nos cuenta en sus cicatrices.
Por eso me gustan los bazares y los mercados callejeros, sobre todo esos puestos donde todo está en desorden, o la mercancía poco atractiva está sobre una pequeña mesa o un pañuelo en el suelo.
Generalmente no hay nada utilizable. unos anteojos sin cristal, o un reloj sin manecillas. Tal vez un casete que ya no entra en ningún aparato, o el adorno que uso la abuela de la bisabuela del vendedor, que generalmente tiene una buena cantidad de años, algo así como la suma de todas las edades de las cosas que venden.
A veces, sólo a veces, encuentro algunas cosas interesantes. Una vez hallé una medalla de la Segunda Guerra Mundial que se convirtió en llavero. Un teléfono antiguo que se convirtió en propiedad de uno que llegó primero. Una máquina de escribir antiquísíma, de colección, que se convirtió en basura en un rincón perdido de la casa.
No importa si no hallo nada. La búsqueda es suficientemente relajante como para eliminar el estrés y ejercitar la vista rápida sobre las cosas.
Igual podría ir a un museo, donde todo está mejor conservado.
Pero ahi, todo tiene dueño, y en los bazares, todo busca un dueño.
Octubre 8 de 2009
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