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Crónicas de la Nada

El camarógrafo

El camarógrafo

La mitad de su vida ha cargado con los 10 kilos de una cámara de video.

Antes era peor, porque la tecnología no lo ayudaba y aparte de la cámara debía echarse encima una casetera de 8 kilos y una pila de dos.

A fuerza de cargarla, no necesita gimnasio para mantenerse fuerte. El puro trabajo basta.

A veces, debe permanecer con la cámara al hombro, inmovil y grabando durante muchos minutos. Media hora, quizá más.

Y ni un momento de la jornada suelta su cámara.

La tarde que chocó, al borde dela inconciencia se aferro a ella, y sólo la soltó cuando vio a un colega, tan experimentado como él.

Requería de unas manos expderta y brazos fogueados para liberarse de la responsabilidad.

Lo conocí al borde de su juventud. Los años hacen mella y él no es la excepción.

Trae las huella de mil baallas y las cicatrices de mil aventuras. Tiene mil historias que contar y se cuentan diez mil más con él como protagonista.

A veces oplaticmos de todo y nada. Porque además, conoce de mil temas y nadie está tan informado como él.

- ¿No te cansa esta rutina, ese peso de la cámara -le dije un dia-, la incomprension salarial, el olvido de las jerarquías?

Antes que me respondiera, vi el cansancio en su mirada.

- ¿Y qué haces cuando te cansas?

Suspiró, como si en el aire que entró en sus pulmones estuviera la fuerza de la rebeldía, el ímpetu de la audacia, y la imaginación de la creatividad.

Luego respondió, con toda la sabiduría contenida:

- Me aguanto.

 Septiembre 22 de 2009

 

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