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Crónicas de la Nada

Las máscaras

Las máscaras

El rostro malencarado me mira desde la pared.

Otra cara, más amable, le hace compañía. Ninguna sonríe, pues su papel es ser fieros, dar miedo a quienes se acercan a ellos.

Son máscaras que adornan la pared de la casa. Sus mil hendiduras semejan tatuajes hechos con el fin de impresionar a los demás.

Podría decir que son africanas, o de alguna tribu apache, pero la verdad salieron de un mercado de artesanías a la orilla de la carretera. Ni siquiera son de buena madera, porque el material es tan suave, que seguramente es de pino.

Impresionan de todas maneras, aunque no por el tamaño. Son máscaras miniaturas, las primeras de la colección.

La completan otro par de máscaras alargadas, de madera más dura, que llegaron desde Cuba. Esas están en otra pared, desde donde se miran unas a otras.

Ni son amigas, ni son enemigas. Simples adornos de la pared.

Esas completan toda la colección de máscaras.

Aunque quizá, como todos, tengo otras, que porto conmigo. Son las que usó para no descubrir las emociones, para fingir alegría, para ocultar la tristeza, cuando la hay, y el enojo, cuando brota espontáneo.

Esas no cuentan. Esas son máscaras íntimas, y jamás pensaría en tenerlas como colección.

Prefiero las otras, las que están en la pared.

Septiembre 19 de 2009

 

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